Mejor que nadie se fije en ti.
Lección #1
La
primera vez que vi el trabajo de Victor fue en su web. Lo cierto es que no se
cual fue el camino que me llevó hasta ella. La recorrí entera, de arriba abajo.
Hice una lectura bastante ágil de todo, por encima. Me detuve en algunas
partes, sobre todo en los videos. No entendí nada. Ni el airecito html chungo
que tenía, ni los plátanos caídos por el suelo, ni nada de nada.
La
primera vez que quedé con Victor fue en Barcelona. Nos habíamos intercambiado
algunos mensajes, pero no nos conocíamos en persona. Hasta entonces nuestra
relación había pasado por varios mensajitos de Facebook. Quedamos en un bar,
cerca del Paralelo, donde ponían las Sanmis 1 euro y ponían tapas de panceta
ibérica. No hablamos prácticamente de su trabajo, nuestra conversación se fue
por otros derroteros (entre otros, la escasa permeabilidad del contexto catalán
al mestizaje). Al final de la cita, no conseguía encontrar la relación entre
Victor y todas esas imágenes que recordaba como parte de su curro. Seguía sin
entender nada, aunque aquel encuentro me hizo pensar mucho en el aspecto
salvaje que guarda trabajar con cosas de arte.
La
primera vez que defendí a Victor en público fue en un jurado. Ante el desafío
de la convocatoria, se tomó la libertad de enviar una reinterpretación de las
bases de la convocatoria junto a un video en el que su perro (Paco) elegía -si
se sentaba a sus órdenes- si le iban a dar el premio o no. Y como nadie
entendía nada, más allá del chiste y la moza, empecé a entender que algo de
mala hostia había en todo aquello, y que de un modo u otro, servía para algo.
Empecé a comprender lo que era Victor en relación a su trabajo y lo
profundamente convencido que estaba de lo que estaba haciendo, lo cual, es
mucho decir de un curro.
Una
de las primeras impresiones que tuve cuando leí el trabajo de Victor, es que
podía tratarse del “típico” curro pretencioso que trata de ser raro porque sí,
y que podía caer en la caricatura del artista torturado que se sabe torturado y
lo vende empaquetado para que todos nos lo comamos con patatas. Pero no, nada
más lejos de mis impresiones. El curro del Victor no tiene nada que ver con
eso, porque Victor no es el típico artista torturado. A mi el Victor me parece
un tipo bastante normal, bastante equilibrado y bastante razonable, que,
simplemente, está hasta las pelotas
-punto que tenemos en común- de
tener que negociar con ciertas formas de hacer, de maniobrar, de persuadir,
para que su trabajo sea nombrado como “obra de arte”. Creo que el Victor no es
que vaya de outsider, es que, simplemente no tiene que ir de nada, porque se la
trae al pairo cualquier
cosa que piensen los demás. Seguramente al principio no, claro. Los principios
son duros. Uno quiere agradar, que le entiendan, estar y que lo extienda. Verse
y que lo vean. Pero al cabo de un tiempo, cuando nadie se gira para verte, y lo
que haces no encaja -porque no encaja- con los discursitos antiformalista
anticonceptualistas antimetodístas de la genealogía a la que te ha tocado
pertenecer por contexto, entiendo que empieza a sudartelo todo bastante.
Supongo. Menos mal.
Lo
que pasa es el concepto de outsider está muy mal gestionado. A menudo se dice
que tal o cual artista es un “fuera de”, con la intención exactamente
contraria, para convertirlo en “dentro de” sólo con sugerir que se le puede
poner el focazo encima para que brille por encima de las estrellas. Domesticar
al potro salvaje para que nos baile sardanas encima de una peana. Pero eso no
es ser un “outsider”, eso es ser imbécil y dejarse convencer
por la manada de lobos que espera a las puertas del dossier bien hecho para
colocar el San Benito y lo convertir lo que estaba lejos lejos lejos en la última
joya de la corona, de toque rápido y fácil asimilación.
Pues
no, no. El Victor no es eso. El Victor es un superviviente que, habiendo
querido estar, no está y ya se ha dado cuenta de que basta, simplemente, con
ponerse cachondo con Camarón, viendo correr por la banda a Sergio Ramos, con el disco original de Thriller en
cassette, con los pósters de Cobain que nunca tuvo...y que basta con hacer
desde ahí. De ese “darse cuenta”, surge la unión lasciva y formalmente
incorrecta con que opera, y mediante la cual nos sentamos interrogados por
todas esas referencias, colocadas sobre el aceite requemado de aquel bar del
Paralelo donde ponen panceta ibérica. Videos latinos pixelados en Youtube que
se mezclan con el desapego al territorio, la iconografía mediática -vamos a
dejarlo en tensión sociopolítica- y el instinto como arma definitiva contra la desafección. Algo
de eso es lo que surge de los muros del taller, como espacio vital, como búnker
insondable.
El Victor, ni tiene presencia ni la espera. Y si la
consigue, que sería algo bueno para todos, espera conseguirla en una dosis tan
alta y tan eficaz que le permita hacerse profundamente millonario. Lo cual,
tiene toda la lógica del mundo y le
convierte, de una manera absolutamente sincera, en un héroe de la no-escena. El
auténtico héroe.
Para
que nos vamos a engañar, Victor tiene un curro cojunudo, super bien armado y
muy cerca de todo eso que algunos llaman “pulsión”. Porque funciona por si
solo, porque esa idea de tirarse piedras sobre su propio tejado, porque el
fallo es estrategia. Lo que pasa es que no hace falta que yo me marque ningún
tipo de discurso eficaz, bien diseñado, perfectamente argumentado y vacío -como
la mayoría de los textos que solemos escribir o nos escriben- para acabar
diciendo que sí, que me mola, que me mola todo. Que me pone. Que me pone mucho.
Que no se porqué me pone. Que no entiendo nada, pero que me pone todo.
Coléricamente me pone. Y que no hay que explicar nada, que ahí está. Punto.
El
curro de Victor me enciende, me dispara ciertas señales que no se me disparan
muy frecuentemente, aún cuando está en las antípodas de lo que se supone es la
in/corrección formal en la que he sido formado y sobre la que sostiene todo ese
peso bien armado y estructurado de mi genealogía artístico-parental. A lo mejor
es precisamente por eso, que a mi un día me dijeron que no podía poner uñas, pelos,
mierda, vómitos, fotos de mis padres, fotos de Britney, ni nada que fuese
profundamente corporal y literal en mi curro, y ahí va, el Victor, con dos
cojones, y lo pone. Y eso a mi me causa un malestrar, una interrogación, un
extrañamiento, una incomodidad tan grande que, cuando veo que proviene de un
ejercicio tan contundente de deseo, no puede más que convocarme a sentirme
erizado. Vamos, que activa cierto punto estético-masoquista en mi, que
agradezco profundamente.
Me
gusta el curro de Victor, pero sobretodo me gusta Victor, por toda la mala
hostia con que hace las cosas y todo lo que le sirve para, cuando cierra la
puerta de su taller, ser un tipo apaciguado y majetón. Pienso en lo contrario,
en todas esas gentes de bien, de buen hacer y saber estar del arte que están
tan arrinconados en sus doseles formales, en ese protocolo de lo que toca, en
ese deslumbramiento fugaz del ultrafaro de la escena, que cuando cierran la
puerta de su taller (si es que lo tienen), son las personas más asquerosas, más
malas y más despiadadas del mundo .
Me
mola el curro del Victor, porque Victor es mi colega. Porque no puede ser de
otro modo. Porque puede pillar a Lacan y soltarlo por su casa para que corra, y
luego irme a ver un partido del Betis, sin sufrir ningún tipo de descalabro
emocional en medio, porque en realidad, es todo lo mismo. Lacan y la afición
del Betis, Camarón y la pulsión de muerte, la escultura megalítica y los videos
con su Golden Retriever, la desasosegante falta de dispositivo y la rumba de
los Chichos.
Me
alegro de que vaya a hacer una expo como dios manda, donde pueda poner todas
esas cosas hechas con tan mala hostia para que todo el
mundo las vea. Y me alegro de que lo llame “Lección#1” y se
marque ese momento de mentor, al tiempo que -como el mismo dice- se reafirma en
su postura. Me alegro porque hay mucha peña
que tiene mucho que aprender de esta expo, de esta inexistencia, de la interrupción
de las narrativas de la corrección, de la protección de la escena como
trinchera y jaula. Me alegro porque por fin lo subestimable se torna estrategia
y el autoboikot se mete dentro de una galería para ver si abre una brecha, tira
una piedra y quema algo gordo.
La
primera vez que Victor me pidió un texto -esta vez- sentí que no tenía que
escribir más que un alegato a favor suyo y en contra de todas esas gilipolleces que tenemos que seguir viendo por ahí,
simplemente, porque están bajo el amparo de lo establecido como correcto. A ver
si la gente que pasa por la expo de Victor aprende algo y se da cuenta de que lo
importante de nuestro oficio no es agradar al personal, es hacer lo que sea,
como sea, para resolverse uno mismo en el mundo ...y
que lo demás, toda esa parafernalia infernal de listas, nombres, nombramientos,
precios, premios y tonterías de puertas para afuera, importan para el arte
exactamente una mierda. Y por eso, también, hay que ir más veces a bailar
reggeton con algún apunte de Ranciere.
Así
que, creo, lo que tiene que hacer Victor es seguir haciendo lo que hace, que es
simplemente eso, hacer...un curro innombrable, sin amo, sin luz fugaz ni
protecciones intercambiables, sin parapetos de ningún tipo, sin manos detrás
que lo arropen, ni lo acunen, hecho en el caldo de la mala baba, a fuego lento
en el taller de las sombras, en el Mordor de Jaenada. Y lo que espero es que el
Victor, desde todo eso, no me falle y cuando le toquen a la puerta -que le
tocarán- no se sienta angustiado, no sucumba, no se pliegue, no se deje seducir
y mantenga la incorrección como formato, la mala hostia como norma y la desafección
como artefacto. Eso, y ya está, punto, que no se convierta que debemos negar,
uno de esos -uno más- que llega a Madrid como Farruquito, demasiado rápido, por
la M-40.
Eduardo Hurtado
Artista y comisario
En Bilbao a Noviembre
de 2012
El arte es como un buen aceite de oliva
virgen.*
Pedro Paricio.
La palabra artista ha terminado perdiendo
peso debido al uso indebido del término, pero es la única que en su concepción
tradicional y romántica puede definir completamente a Víctor Jaenada. Pinta pero no es pintor, realiza video pero no es videoartista, construye esculturas pero no es escultor y vive pero
no es un vividor. O al menos no es cada una de estas cosas de manera
individual. Entonces, para no caer en un sistema filosófico negativo y decir lo
que Víctor es mediante lo que no es, definiremos positivamente lo que Jaenada si es: un creador de
mundos. Su obra es su vida y su vida es su obra, ambos configuran una realidad
simultánea en la que lo aparente y cotidiano recorren las sombras del ser. Jaenada pertenece a la
categoría de artista biográfico explicito cuyo trabajo queda determinado por
una visión única de la realidad, la del loco que para sobrevivir a la sociedad
elige ser un genio. Víctor Jaenada quiere gritar, contar lo que ve, lo que le gusta y lo
que le disgusta, llorar sus penas y cantar por alegrías, pero ante la
incapacidad que siente para expresarse mediante las herramientas convencionales
que la sociedad pone a su disposición, elabora un lenguaje propio y así cada vez
un mundo. Un universo anclado en la actualidad pero suspendido conceptualmente
en el tiempo. Un lugar al que te invita sin antes avisar que es un sitio
peligroso, al que quizás no quieres ir porque hay caminos sin retorno.
*Cita tomada de la web de Víctor Jaenada.
Efrén Álvarez.
In my career as a curator
and artistic coach, working to give good artists a forum in which to exhibit, I
have seldom met an artist as exceptional as Viktor. I have to admit that I
have, as of yet, been unable to bring his installation art to either Kortrijk or Berlin ,
but I won’t give up for the following reasons. Viktor Jaenada is very radical
in his art and in the message his images transmit, which frighten those who
organize exhibits and aim to please visitors, a totally misguided statement
that is, nevertheless, very real in this time of uncertainty and crisis. But
this is the true meaning of his art: with humble means he creates a world that
is radically opposed to the ideas common in this capitalistic world. He uses
“Das Bild” and its poetry to stop people in their tracks and hold their
attention with the image of what he is trying to express. The social issues he
wants to make visual are strong and make no concessions. He is one of the
artists that we need to show now, since the financial crisis, because of their
commitment to the community, their bravery and their boldness. The global
community is misled by magazines like Vogue, Elle and many others, which lull
us into a state of “illusion” as Walt Disney did so many years ago, and Viktor
Jaenada tries to bring our feet firmly back to earth, rooting us in reality as
communities have always functioned. He shows us the reality of living in this
world, and his approach is honestly radical, which is also the way he lives his
life, based on pure authenticity. Is it a disgrace for humankind, yes it is,
and Viktor shows us this with real images and installations, not abstractions
but reality itself, elements out of everybody’s daily life. It requires a lot
of courage and sacrifice to make such art according to one’s principles, and is
a testimony to his own attitude, his own desire to stand apart in this world
and in today’s society. Brave, bold and authentic, Viktor is far from the clean
commercial bourgeois art scene.
His images will prevail!
I also want to thank the institution that allows
him to show what he has to say and show his penetrating work.
Gery Van Tendeloo
Fotos by Tata Ataneli
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